El uso
de fajas produce exactamente el efecto contrario al que realmente se desea
lograr, en el caso que la motivación sea estética si se la utiliza en la zona
media, lo seguro es que aumente la flacidez abdominal.
Es malo usar
fajas, a menos que haya una prescripción médica para su utilización, como puede
ser el caso de la presencia de una hernia abdominal o inguinal. La razón es que
la inmovilización de la musculatura, por efecto de la presión que
ejerce la faja, impide que el tejido muscular y de la piel trabaje durante
el día, en ese juego de contracción y relajación que se produce cuando te
mueves o debes sostener una postura. Asimismo, no permite
oponerse a la fuerza de gravedad. Como, “la función hace al músculo”, si le
quitas su trabajo diario, tenderá a reducir su capacidad, perdiendo fuerza
y tono, por tanto, lo mejor es evitar el uso de fajas.
El efecto
del uso de fajas es comparable a utilizar una escayola (yeso) en una
pierna o brazo, cuando se la retira, el miembro está hipotrofiado (masa
muscular reducida), flácido y sin fuerza.
En el caso
de un trabajo en el que se esté cargando peso de forma constante, el uso de una
faja con ballenas que proteja la espalda es parte fundamental para evitar las
lesiones a este nivel. Ahora bien, en el caso de un dolor de espalda secundario
a una mala higiene postural en el puesto de trabajo, al sobrepeso o a una mala
posición continuada, el uso de la faja es mucho más discutido; en estos casos
puede ser útil para aliviar el dolor durante los primeros días tras la
aparición del cuadro patológico o de dolor, pero se debe retirar lo antes
posible para evitar la pérdida de tono muscular de la zona lumbar y empezar
tratamiento Fisioterapéutico para aliviar el dolor.
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